Viajo por las letras con la maleta llena de libros. Escribo novelas y relatos, pero si me siento poética la lleno de poesía o de lírica. Soy "cuentista". ¡Otros van más allá e incluso publican mis historias! Os deseo un paseo agradable por mi blog. Mis trabajos están registrados, podéis usarlos citando la procedencia y sin alterar su contenido, siempre y cuando se utilicen para actividades sin ánimo de lucro.

sábado, 23 de mayo de 2015

Poesía "Mis amigos verdaderos"


Mis amigos verdaderos, de María Teresa Fandiño

Grandes verdades sin miedo

y mucho aire a bocanadas

Son almas que a campanadas

anuncian algún enredo

Siempre un amigo sincero

es oro y también es plata,

derrocha en su confianza

la añoranza, esa es mi gente

Son chocolate caliente

que en frío invierno me calma.

María Teresa Fandiño
22/05/2015
Fotografía obtenida de la red





Hoy por casa no ha venido

Al alba cantan jilgueros
de noche chirrían grillos
y en mi corazón, pucheros
que mi perro se ha perdido
En el monte de San Pedro
hay muchos perros furtivos
Mi perro, fiel, lindo y bueno
hoy por casa no ha venido

¡Y el gato!

Ése en los caminos
Del monte San Pedro
íba tras los fuertes gritos
los de sus gatitos.
Pepe el pescadero
canta, ¡pescado fresquito!

Pasé la noche en San Pedro.
Llegan los peques mininos
los niños con gran esmero
les ponen el pescadito.
¡Pisaron el rabo al perro!
y la mamá oye unos gritos
Sofocos, llantos, lamentos.
¡Tras las perras, el cretino!

¡Y el gato!

Ése en los caminos
Del monte San Pedro
iba tras los fuertes gritos
los de sus gatitos.
Pepe el pescadero
canta, ¡pescado fresquito!

María Teresa Fandiño
23/05/2015
Derechos reservados


Fotografía de la red

Territorio de Escritores

A mi familia
Me siento en mi viejo sillón, observo de frente el reloj de la abuela. Sus campanadas sonaban a añoranzas de antaño, se paró a la una y media de un día cualquiera. Nadie le da cuerda al reloj, ¡como si el tiempo se pudiera parar!

Cada día miro su esfera de nácar, brilla en ella su cara ¡cómo pasaron los años! Se fue sin su viejo reloj, en silencio, muda, sin... un lamento.
Ahora lo tengo yo.
Me gusta ver sus mejillas en el brillo de la vieja esfera, sus antiguos números romanos y sus agujas, tan coquetas como ella. Un día marcará la hora, sonarán sus campanas, alguien le dará cuerda...No seré yo quien le de cuerda al viejo reloj.
Añoro aquella alegría de juventud, las experiencias, las palabras, las miradas de complicidad, la niñez de mis hijos… Sin embargo, al igual que la ausencia de mi abuela y su mirada, con la misma intensidad, puedo sentir la nostalgia de las cosas por vivir. Puedo sentir las vivencias pendientes de compartir, el deseo, las ganas de comerme el mundo…
Las noches son  largas y sin embargo mis días son muy cortos, porque ¡me queda tanto por vivir! El tiempo, que siempre es poco, es la mano de mi madre en la mía, es la pluma en la otra mano. Es la mirada de mis hijos, que me recuerdan miradas de antaño. Esas que no son miradas de “te quiero porque si”,  sino miradas de un amor que lo perdona todo y al que se le perdona más, eso es plata y también es oro.
María Teresa Fandiño
Derechos reservados
Imagen tomada de la red
24/06/2015


Una idea buenísima

Me regalaron un coche, recorrí la costa de América. Allí me subí al tren, para conocer los cafés que se ven en las películas, donde te ponen la taza con el trozo de tarta. Mi tren echaba humo, pasé una tarde entera investigando de donde salía y qué le habían puesto para que nunca se acabara, no lo descubrí, me llevó más tiempo que ir y volver de América. Con el telescopio vigilaba por si acaso llegaba mi padre. Era el momento de coger el disfraz, estaba en el estante más alto de un armario viejo. Tuve una idea buenísima, abrí uno de los cajones de los dos que estaban abajo, me subí en su borde, y con la espada intenté alcanzarlo... El armario se vino hacia mí, ¡qué susto! Me dio un buen golpe, me hizo un chichón, además sangré, pero mi amigo el robot me dijo que eso no tenía ninguna importancia, que en la guerra se sangra más e incluso la gente se muere. Me avergoncé de haber llorado. Mi amigo era muy grande, llegaba a la lámpara. Él me prestó su armadura, me metí dentro y se me pasó el dolor del chichón, entre eso y una aspirina que me dio mi madre. Pero fueron las tiritas de colores las que me curaron. Mi madre me puso tres, me dio un abrazo muy fuerte y me dijo “te quiero”, yo creía que me iba a reñir…
Mi amigo se llama “Robot”, quisimos ponerle otro nombre, se lo preguntamos a él y dijo que se llamaba así. Nos pareció bien llamarle como él quería. Un día vino una chica a casa, a ella no le gustaba que él estuviera allí, me dijo que quería darme un beso en la boca a solas, le pregunté si se había lavado los dientes y le expliqué a Robot que los buenos amigos se van cuando llegan las chicas. Regresó un par de veces a jugar conmigo. Yo creo que también encontró una chica, porque aún no volvió, cuando llegue seguiremos siendo amigos, siempre me presta su armadura mágica.

María Teresa Fandiño.
Derechos reservados
21/06/2015
Fotografía de la red

SILENCIO, SE GRABA. (Prosa)

Se rueda, "Augusto", ¡primera toma!

Shshshshs, se graba. El sonido de las campanas a las 12 de la mañana, una terraza al sol, Roma, la ciudad eterna, las campanas de tres mil Iglesias suenan al unísono. Unas gaviotas me acompañan, la brisa levanta mi cabello, las vistas enamoran mi alma y junto al sonido de las campanas son música celestial. Provocan paz y armonía, suena Vivaldi, relajan los pensamientos. Cierro los ojos y está allí, es una especie de paloma, el espíritu Santo. Las campanas retocan, llaman a la oración.
Las cámaras siguen grabando, y yo, perdida de amor por la ciudad eterna, no consigo conciliar la escena.
—¡Más alto! —me dicen—, no se oye. Muda, ante aquel silencio y aquella música de ángeles, no sé que decir, se me ha olvidado el texto.
—¡Silencio, se graba!, —insisten— y contemplando el mundo a mi alrededor, me subo a la barandilla de la terraza, todos gritan
— ¿Qué haces?
— Motor del mundo, el Imperio.
Me contemplo ante tamaña ciudad inmortal, me fundo en mi historia, en mi cuna, me regocijo en mi pasado.
La ciudad se arrodilla ante mÍ, soy el emperador.
—¡A mi la guardia pretoriana! ¡Declaro la guerra a Cleopatra!…
Hoy imagino ser lo que quiera, soy arte, soy imaginación, soy el amo de los sueños de los niños, de los corazones rotos, de las historias de guerra, de odio, de amor… Soy…¡El CINE!.
María Teresa Fandiño.
Derechos reservados
03/06/2015
Fotografía de la red



SUEÑOS DE CARACOL
Un vestíbulo amplio y lujoso, un vestido en jazmín y plata, el reloj de la pared toca sus campanadas. Fue testigo mudo de un amor lujurioso.
Una casa muy grande para los dos y una escalera de caracol. Quiero confesar que nunca llegué a subir todos los peldaños. Me dio miedo llegar, no quería ver los recuerdos de una antigua mujer que ocupó aquella morada. Un antiguo dormitorio en el piso superior. Nunca fue mi hogar aquella casa.
Sólo un trajín de lujo y placer hasta ese día que subí y caí, quién me empujó no lo sé. Sólo sé que me hizo un daño tan hondo que todo mi corazón murió antes de lograr caer. Cuando llegué al suelo sólo una mirada hacia arriba, no tuve más oportunidad que la de verla allí, asomada a la barandilla, como queriendo decir "vete de mi vida"
María Teresa Fandiño
Derechos reservados
22/05/2015
Fotografía de la red


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Soledad y el circo

Cuéntame un cuento abuelo,
—Es muy tarde, ¿no tienes sueño?
—Si, pero esperaré hasta que llegue mamá.
—Se me agotan los cuentos, ya no sé más.
—Tú siempre sabes cuentos, anda, se bueno.
—Te lo cuento si cierras los ojos, a ver si así te duermes.
—Vale, los cierro
—Haces trampa, tienes los ojos abiertos.
—No, mira, no los abro, lo prometo.
Erase una vez, en un lugar alejado, una señora que sufría mucho
—¿Por qué?
—Calla, que es un cuento
—Pero ¿por qué sufría mucho, abuelo?
—A ver ¿te lo cuento o no?
—Si, sigue.
Sus hijos se habían enfadado, se peleaban continuamente. Uno se fue a África a cuidar a los enfermos, porque allí no tenían medios para aliviar algunas enfermedades. Otro se fue a un monasterio, porque quería tener paz y tranquilidad, y el más pequeño que siempre se reía, se fue a buscar trabajo y ni siquiera le escribía.
—¿No la querían abuelo?, ¿era mala?
Un día, apareció por el pueblo un circo, ella nunca había visto uno y se quedó fascinada. Quiso conocerlo, entró por la mañana y vio a los leones, que estaban comiendo, a los elefantes con sus enormes trompas, a los payasos que estaban practicando para la actuación. Vio salir a unos chicos y los siguió, resultaron ser trapecistas, los observó mientras entrenaban y se quedó maravillada.
Se unió a ellos, le ofrecieron un trabajo de cocinera y aceptó.
Soledad recorre el mundo con el circo e incluso participa en una pequeña obra de teatro que hace reír a todos los niños. Sus hijos han regresado, ahora no se pelean, pero Sole ya no está.
—¡Qué pena abuelo!
—Hay que cuidar a las personas.
—Como tú me cuidas a mi. Yo no te dejaré que te vayas a ningún circo, abuelo...




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Cuentas de cristales en el alma

En aquel momento había sentido la necesidad de vivir la vida a bocanadas y pensaba que pasado el tiempo la habría olvidado con facilidad. Había encontrado un paraíso y en ese lugar junto con su perro, había instalado su casa en la montaña, orientada hacia la playa de los cristales.
Mas en el ocaso de su vida la añoraba, sentía que había sido ella lo más hermoso y mágico de su existencia, no había conseguido vivir con plenitud en soledad. Recogía las cuentas de cristales de colores en la playa y las colocaba en su acuario, junto con sus peces, con triste nostalgia de ella y de aquellos días en Venecia.Sentía cuentas de cristales en el alma, mas estas no estaban erosionadas por el tiempo, lastimaban su corazón.
Parecía sentir aquellas manos que acariciaban sus mejillas, su mirada que atrapaba el alma, su pelo suave. Sonreía con añoranza mientras redactaba una carta para ella. Le hablaba de su casa en la montaña, de sus peces de colores, de la playa de los cristales y de sentimientos de amor eterno.
¡Cuanto la añoraba! Cuando comenzó a escribir  estaba seguro de que durante todo ese tiempo no había sentido amor más grande que aquel abandonó en Venecia; aquella mujer ¡qué linda era!
Ven, entra en mi vida y en mi alma, le decía en su carta.
Me miro al espejo y veo aquel niño que fui, que sentí, y regreso a aquella tarde en aquel estanque, la luz brillaba sobre cara mojada. Me enamoré en aquel instante, con un dulce parpadeo de tus ojos, de tu mirada tierna, esa que me enloquece.



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Mientes al igual que hablas

Qué clase de alma tienes,
que tal cual hablas mientes,
¡traidor!Desde el comienzo
ira y desasosiego

¡Tantos dolores causas!
No lo ignoras, abrazas
al poder. Tu mentira
casi siempre va unida

al camino final
Tu alma, que se envilece
y su poder ejerce,
no hay que subestimar

Ya temo no creerte
Cuando hablas de verdad

María Teresa Fandiño.
© Derechos reservados
28/03/2015

                                                                        
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Sin hotel no somos nada

Deseaba meditar a solas, encontrar la paz que ofrece la naturalidad. Abandoné mi vida cotidiana. Unos días en el hotel “del bienestar”, a solas con mi mochila llena de problemas, ¡qué pesada estaba!
Mi habitación era pequeña, soleada y tenía vistas a un jardín con flores y pajaritos. La paz inspiraba terror a una mujer estresada. Me hubiera sentido igual en la meta de un maratón, daba la impresión de que me caería. Pasaron los días y cada uno de ellos se hacía menos pesado, mi mochila ya no tenía tantas piedras. Masajes contra el estrés, playa, lectura… Maravilloso.
Llegó el día de enfrentarse de nuevo a la vida real. Aquel hotel que había sido infinito y maravilloso dejó de serlo cuando pagué la factura y cargada con miles de maletas, pero sin mochila, llamé un taxi. Camino del aeropuerto abrí mi móvil, en dos minutos recibí los 99 mensajes de mi facebook y todas las llamadas que pueden entrar hasta agotar la batería. Regresar a la realidad me asustó.
Casi en el aeropuerto oímos una pequeña noticia en la radio, se habían suspendido los vuelos por causa de un volcán, no me lo podía creer ¡y yo sin hotel y sin batería!
-Están suspendidos casi todos los vuelos en el aeropuerto, ¿no la han avisado al móvil?
-No tengo batería
-¿Qué quiere hacer?, ¿seguimos hacia allá?
-mmm…si
Todos los hoteles estarían ocupados, tenía que salir de aquella ciudad.
Esperé la cola, un kilómetro, una hora
-Su vuelo está anulado
-¿Qué pueden hacer por mí?
-Indicarle donde está la estación del tren.
¡El tren!, no me lo podía creer.
Sin móvil y sin hotel intentaba activar mis neuronas en medio del aeropuerto, solamente pude comer chocolate. ¡Mi tarjeta estaba rallada!
María Teresa Fandiño.
© Derechos reservados
20/03/2015















                                                                       ::::::::::::::::

Vivía en las nubes, de María Teresa Fandiño

Pretendía volar, como aquella noche que la visitó el mago, y él deseaba llevarla a visitar su casa en las nubes.
Sucedió una mañana gris de un día cualquiera. Al despegar sintió la sensación de elevarse en una noria. Cuando vio las nubes se le antojó pasear sobres ellas. Comprobó que podía deslizarse igual que en la nieve, así que construyó una casa con panel solar, señales de tráfico, y mucho espacio para los dos.
Podría vivir una eternidad junto a ella, sin tormentas, e iluminar su cara con luz de luna cada noche.
Se despertó sonriendo, el piloto anunciaba aterrizaje.
Ella le aguardaba con su orquesta de colores y un lindo vestido de seda, volaba con su melena al viento y un suave balanceo. Una dulce brisa la acariciaba

Suena una melodía, es Edith Piaf , “La vie e rose”
María Teresa Fandiño.
© Derechos reservados
15/03/2015
















Tarde acudes, viejo avaro

Tanto tenía, mucho más quería
cobraba y ni siquiera la hora daba
Un mal día llegó gente a la casa
¡Socorro!, una medicina pedía


Agotado, aquel hombre suplicaba
un niño tenía herido en su casa
¡Y a mi quien me paga!, le decía
Se durmió, y al poco tiempo moría

Al alba alguien estaba allí, a su lado
¡Es su hijo!, gritaba aquella vecina
él siempre le llevaba de la mano

Llamadle, que venga aquí, el muy avaro
quería dinero, ¡ni quiso verle!
ni siquiera rozó su dulce mano

María Teresa Fandiño.

© Derechos reservados
24/02/2015


Mil veces la mataría
Salió del despacho hambrienta y con prisa. Siempre almorzaba en el bar, pero ese día era especial. Compró tarta y se encaminó a casa, abrió la puerta de la cocina y dejó la compra. Escuchó ruido…Allí estaban los dos.
Se abalanzó sobre ella, y la sacó a la escalera. Su cabeza rebotó estrepitosamente contra el suelo. Una y otra vez la clavó contra un escalón, sangraba abundantemente. Allí la dejó, ¡muerta!
Cuando entró en casa tenía dudas, quizás estuviera aún viva, pero no le importó demasiado. Él la miraba estupefacto y asustado. No tenía intención de causarle ningún daño. ¡Con lo que ella le quería!
Puso una maleta sobre la cama y comenzó a llenarla con su ropa. La dobló con sumo cuidado para que no tuviera que volver a plancharla.
-Tienes la maleta hecha  -le dijo sonriendo-. Siento que tengas que irte.
La miraba boquiabierto, ella no sabía el porqué, al fin y al cabo tendría que irse.
Y se marchó.
Pasó la tarde sola en casa
-No me lo puedo creer, ¡estaba con otra en mi sofá! -Murmuraba-
Él había olvidado su aniversario de bodas.
A la mañana siguiente se despertó sobresaltada, percatándose de que todo había sido una pesadilla horrible, él estaba a su lado. Le alivió pensar que no era una asesina.
Salió a la escalera para cerciorarse y allí estaban las manchas de sangre, parecía que habían querido limpiarla pero quedaba una huella clara, un rojizo en la escalera. Le pareció extraño.
Aquel trozo de tarta que cenó le había sentado muy mal, imposible que la hubieran drogado, ella misma la había comprado esa mañana. Debería realizar una investigación. ¿Acaso estaría viva?
- Mil veces más la mataría – repetía sin cesar.

María Teresa Fandiño
© Derechos reservados


Lágrimas de cocodrilo, de María Teresa Fandiño

-En cuanto me llamaste salí corriendo, ¿qué ha ocurrido?
- He cometido un delito, soy un criminal, he matado a Esperanza, la mujer de mis sueños.
-Pero qué dices ¿Te has vuelto loco?
-¡Ese perro que llevo dentro tiene los dientes grandes!, la he matado si, no pretendía hacer semejante cosa. Gritaba sin parar, me estaba volviendo loco, sólo quería que no se fuera y ella…¡esa maldita desagradecida!
- Juan, mírame, tranquilízate, ¿donde está?
-Se ha dado contra una esquina del baño.¡Dios mío, qué haré ahora!
-No se te ha ocurrido llamar a una ambulancia o a la policía, no me lo puedo creer.
-¿Estás loca?, claro que no. Te llamé para que me ayudaras, no para que me denunciaras, tenemos que ocultar el cuerpo de Esperanza.
-Si crees que voy a ayudarte con esto estás muy equivocado, Juan. Llamaré a la policía. Si quieres mi consejo es mejor que tú mismo llames y digas lo que has hecho.
-¡Tú!, ¡mi propia hermana! ¿Piensas denunciarme?, ¿que crees que pensarán que soy? ¡Un maltratador!, pues no, no lo soy.
Discutíamos, intenté calmarla. Se dio un golpe, eso es todo, resbaló en el baño en medio del forcejeo y…no sé que pasó, está muerta.
- Cuéntaselo a la policía, a mi no.
-Rosa, no llames, no dejaré que me delates…
Una llamada extraña en comisaría. Un quejido, como una súplica, un llanto de agonía. Llegaron tarde y se encontraron con una escena trágica, dos mujeres muertas. La historia parecía haber sido una pelea, que finalizó con un resbalón de una de ellas en el baño.
La asesina resultó muerta, concluyó la policía.

María Teresa Fandiño
Derechos reservados
          
Un libro, un mago y Varsovia, de María Teresa Fandiño

Era viajar su mayor pasión. Leer y escribir, en soledad, un deleite. Le desagradaba la ansiedad que le provocaba su trabajo y por eso había emprendido un viaje en soledad, buscaba paz. Quizás, alguna vez, le enviaría un bonito soneto a su chico, que pudiera expresar cuánto le amaba, la pasión que por él sentía cuando la miraba con aquellos ojos negros. Su recuerdo la llenaba de gozo.

Al principio la idea le había dado miedo, no se decidía, pero recibió un mensaje anunciando una visita inesperada. A su mente llegaron recuerdos de dulces hechizos de antaño que, en noches largas de soledad, la habían conducido al éxtasis, y que fueron destrozados vilmente por el mismo mago que los ideó.
Y se marchó
Llegó a Varsovia en tren. Desde la ventana, absorta, observaba paisajes extraordinarios, que parecían tener vida, amaba esa sensación. Se sentía pletórica. Hizo un pequeño inciso para comer y pudo observar que a su lado, compartiendo asiento, otra mujer viajaba sola. Dicen que la verdad libera, quizás por eso se confiaran tantas cosas. Esas mentiras piadosas de familia, pasiones ocultas de amores prohibidos…Fue el comienzo de una buena amistad.
A su llegada, cargando con la impedimenta, caminaban despacio, en silencio, saboreando la ciudad de Varsovia. Exánimes, acostadas sobre la hierba del parque central, observaban atónitas el Palacio de la isla. Compartieron música, lectura, botellitas de agua…
Cerró los ojos, latía muy despacio su corazón. ¡Sublime el placer de escuchar a Chopin! sintió el embrujo de aquel hermoso lugar, deseaba embriagarse de la sensación de soledad compartida.



"Exactamente lo mismo" 10º Reto : Lista de palabras (Territorio de escritores, facebook)

viernes, 15 de mayo de 2015

Mis historias







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Historias
Un cordón de campanilla roto, de María Teresa Fandiño

Una butaca pequeña, algo vieja y desvencijada, me hacia ilusión sentarme allí. Me sentía en armonía con la vida, un retazo de paz. En el fondo me parecía una locura haberme desplazado tantos kilómetros, había sido como desplegar velas y sentía que tenía un hermoso tesoro en mis manos. Al fin pude conseguir unos días libres para viajar. Y ¡al fin había conseguido una entrada para aquel teatro a cien kilómetros de mi casa!. Llevaba un vestido color mandarina con unas sandalias a juego y estaba encantada.
Tres, dos, uno… comienza la función.
Estaba ensimismada, sólo un retazo y la obra me parecía fascinante, había perdido el habla. Enorme carisma el del actor principal, comienza la historia con una traición. Una luz blanca incide sobre el escenario en azul, verde y amarillo, se cubre de rojo en una perfecta absorbancia, un espectro de absorción que se convierte en magia, destino fascinación. Olvidé por un momento mi vida cotidiana y me embarqué en un viaje al centro de aquella historia, me emocioné con ella.
Una amable y virginal mujer vestida de negro con un bolsito blanco, joven, dulce y aniñada. La obra comienza con amables palabras y continúa con duras y amargas acciones bien trazadas, maduradas con maldad en ambrosía, alcanzando incluso el sadismo.
Ella huye espantada, llega a la ladera del monte alcanzando la frontera. Margaritas blancas, tréboles, piedras… En su bolso lleva todas sus pertenencias, las gafas, un peine y una cartera vacía, cuanto posee está en su alma. Comienza a llover y, ante tamaña desesperación, ella ríe, observa a su alrededor, puede ver la libertad y sentir su alas volar.
Me sentí como las campanitas rotas que, siendo tan alegres, ya no tocan.
Derechos reservados
Fotografía de la red
18/04/2015


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Historias
"En Saint Michel me enamoré"
14/03/2015
Cómo estás, espero que me recuerdes, nos conocimos en Saint Michel hace unos años. He leído algo sobre ti, unos poemas preciosos. Me hicieron recordar aquellas noches tan hermosas en aquel lugar idílico en Francia, Saint Michel.
Había emprendido aquel viaje sola, mi maleta iba cargada de piedras de estrés, necesitaba el placer de la soledad y el silencio. Harta de tanto trabajo frustrado, encontré allí esa paz que buscaba. Más tarde volví a la realidad, solamente el hecho de salir del hotel me devolvió a un mundo feroz y enfermizo, que abandoné en muy poco tiempo.
Recuerdo Sant Michel con mucho cariño, por su paz, y porque allí me enamoré por primera vez
Un abrazo
Maika
20/03/2015
¡Qué sorpresa tan hermosa!
Cómo estás, me alegró haber recibido tu carta. Claro que te recuerdo, ¡cómo olvidar aquellos anocheceres en Saint Michel! Me impresionaron sus lugares mágicos, una sensación de placer incomparable. Recuerdo el día que nos conocimos en aquella Abadía tan bella y romántica, llevabas puesto un vestido de flores y, más tarde, sentados en una terraza disfrutamos de la música que llegaba de una pequeña orquesta y de las magníficas vistas del litoral.
No olvidaré tu bonita sonrisa en aquel restaurante a la luz de las velas, tu ternura y al alba…un gigantesco sol en el cielo. Recuerdo que dijiste que te pareció oír el sonido de un laúd. También me viene a la memoria el día que nos despedimos ¡Cuántas veces me acordé de ti!, te llevaste mi corazón, pensaba que me habías olvidado.
Intenté buscarte, mas no te encontré. Mis obligaciones me impidieron viajar. En un momento determinado llegó un aviso y regresé a mi pueblo, mis padres habían fallecido en un accidente de tráfico. Cuando llegué me encontré recogiendo sus cosas, mi intención era deshacerme de casi todas ellas, salvo algunos recuerdos, y regresar a mi apartamento en la ciudad. Entre las pertenencias de mi padre encontré una caja de plata que me llamó la atención, estaba cerrada con llave. Durante algunos días no le di importancia, todo estaba ya recogido para marcharme. Ya sin apenas muebles en la casa, encontré una madera rota, se tropezaba al pasar, y eso llamó mi atención. La levanté y en ella encontré armas, bombas cargadas, y papeles, también la llave del joyero y una pequeña libreta llena de versos. Tuve que telefonear a los artilleros para que vinieran a desarmar todo aquello, temía que explotara. Me enteré de que mi padre había estado en una guerra y había sufrido de pesadillas y otros pesares, se había vuelto loco y dormía sobre aquellas bombas y sin embargo escribía preciosas poesías. No le reconocí, decidí quedarme una temporada por aquí porque me picaba la curiosidad. Mas poco a poco conocí personas extraordinarias, dejé pasar el tiempo entretenido en mis pensamientos, me enamoré de nuevo, me casé…
¿Y sabes una cosa curiosa?, en el joyero sólo había un recordatorio de mi primera comunión y un escapulario, también un pequeño diente que supongo era mío. En fin, Maika, todas esas pequeñas cosas que llenan una vida entera.
Quizás sea posible encontrarnos en alguna ocasión, me agradaría mucho. Recibe un abrazo afectuoso
Miguel.

María Teresa Fandiño
20/03/2015
© Derechos reservados







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Historias
Ojos verdes, mirada traicionera

Se sentía identificada con ella, la miraba fijamente a los ojos como si ambas se entendieran. A veces había sentido sensación de inquietud.
Se temían.
La luz ya no era de su agrado, así que decidió que su jornada había finalizado, recogió sus bártulos y salió corriendo de allí. No recordaría ese día como uno cualquiera, sus nervios estaban a flor de piel. Se presentó en el café que frecuentaba normalmente, esperando encontrar algún conocido. Necesitaba esa sensación de apoyo que dan los amigos.
Era un lugar peculiar.
A la entrada, de frente, estaba la barra donde un camarero, de baja estatura, con bigote, que llevaba allí casi cuatro años, servía sin dilación. Utilizaba una tarima para alcanzar el mostrador. Las mesas eran antiguas, casi todas de mármol blanco, rectangulares, excepto una que estaba al fondo que era redonda y más grande. En cada mesa un personaje digno de ser observado.
Entró directamente hacia el fondo, lentamente. A cada paso les observaba, ellos llenaban aquel ambiente que tanto le gustaba y le arropaba, siempre era parecido. En una mesa tres chicos tocaban música, dos de ellos la armónica y otro un acordeón, elemento extraño hoy en día. A la derecha un matrimonio observaba y escuchaba, delante de unas tazas de café o chocolate. Mari, la camarera, estaba ordenando los periódicos y también estaba allí aquel chico de todas las tardes, el escritor. Hoy parecía estar inspirado, no paraba de escribir. Doña Rosa, la vecina, con su pequeña gata en brazos; de vez en cuando le hablaba, la acariciaba y le daba trocitos de una galleta que ella agradecía gustosa.
Los universitarios al fondo, en la mesa redonda, completaban el cuadro. Comentaban como si estuvieran colaborando juntos en algún trabajo o algún examen, sobre unos libros y algunos apuntes.
Se sentó al lado bajo una luz tenue de pared, sacó sus dibujos de una enorme carpeta y los fue colocando sobre la mesa. Se detuvo en uno de ellos, observó como la pantera la miraba, había sido increíble que le hubiera clavado la vista. Ella se había puesto muy nerviosa, pero lo cierto es que el dibujo era fantástico, no sólo el color del animal, sino también sus ojos y su mirada.
Había captado todo su ser, era un buen trabajo. Mientras observaba el dibujo, volvía a reconocerse en ella, esos ojos de gata y su temperamento nervioso, que no la dejaba vivir. Pidió un té y, sorbito a sorbito, a la espera de sus amigos, se dio cuenta de que no debería regresar a visitar a la pantera del zoológico, la subyugaba peligrosamente. Esa noche no dormiría tranquila.

Los estudiantes la observaban de reojo, “A ella se le ve que algo raro tiene…”, comentaban en voz baja.

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Historias
  Feliz día de los enamorados
Tú, yo y la luna llena, de María Teresa Fandiño 
Hoy como cada 14 de Febrero, amo ese placer eterno que me ofrece tu querer.
Tú, sólo tú, eres mi esperanza y mi alegría, desde aquel día que te conocí. Eres romance sereno en cálidas noches de luna blanca, hay luz en tus ojos negros. Tu sonrisa con hoyuelos me enloquece, tus suaves caricias brotan de las yemas de tus dedos...
En mi cama, pétalos de rosas rojas y, en la penumbra, ternura.
En un cofre de cristal, junto con un polvillo de estrellas, guardo celosamente todos tus besos al alba, cada mañana cuando partes.
Es tan deslumbrante el brillo de tu amor, tan melodioso su sonido sincero, y tan sabroso su sabor que, en mis labios, con versos de locura creció un rosal, y con besos de ternura un mundo de poemas.
María Teresa Fandiño
14/02/2015
© Derechos reservados




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Historias

Adivina quien es


Su fuerza estaba en su mirada y en su voz, como entonando un trino, escucharle era un placer. 

Surrealista en todo lo que tocaba, ¡narcisista irritante del Ampurdán!, amante del escándalo, le gustaba el fútbol, la pintura, la escultura, los grabados, la escritura, el dibujo, el cine, la fotografía...
A la pregunta, de si se llegara a quemar el museo del Prado, qué era lo que salvaría, él contestó “que salvaría el aire, y específicamente el aire contenido en Las Meninas, de Velázquez, ¡que es el aire de mejor calidad!”. Admirador suyo, estuvo influido por su imagen, fue un genio con cara de loco, su porte distinguido, orejas de “Dumbo”, siempre elegantemente vestido. Jacinto es su tercer nombre, trajo en gala un amor duradero, eterno. Falleció debido a la enfermedad de Parkinson. Sus grandes amores fueron ella, que ya la nombré, y su pintura

Adivina quien es, él era el surrealismo…

© Derechos reservados



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Historias

Vivir más de cien años

Pasados muchos años, había recordado de pronto cuánto me satisface escribir y aquella frase, “el silencio encuentra al olvido”, así que decidí comenzar a escribir de nuevo.


Era muy alegre y con muchas ganas de vivir durante mi niñez, sin embargo ocurrió algo que encauzó mi vida. Una tarde cualquiera de lluvia, de forma repentina y sin avisar falleció mi abuelo, ese día se convirtió en un día extraño en mi vida, fue la primera vez que guardé un secreto.
Fruto de aquellos encuentros ancestrales, con alegres paseos por las calles con mi abuelo, vuelvo a sentir fascinación por escribir.
Las mujeres se encontraban en la segunda planta, lloraban su muerte, hablaban de cosas extrañas que mi mente no comprendía, así que abandoné el lugar, me dirigí al piso inferior, allí estaba el comedor donde mi abuela realizaba las comidas familiares.
Estaba sola leyendo alguna revista de las que existían en la época, era algo corriente, ojeaba los contactos del exterior, un hombre quería buscar a su familia en España, una mujer buscaba novio, era una época muy ingenua en el país, todo estaba censurado y las nuevas tecnologías se encontraban en los picos de la luna. En mi tranquilidad de niña distraída, ocurrió algo especial.
Secuenciando, a mi mente llegaron un espejismo, un rumor, un recuerdo; su pluma con la que escribía no estaba, sólo permanecía allí, inmóvil y seco, su tintero.
Sentí que alguien estaba en la habitación, noté su presencia, quería despedirse de mí y no podía acercarse; él no quería asustarme, sólo acariciar mi pelo como había hecho siempre. ¡Qué dulzura!, todavía recuerdo sus dedos, su forma de hablarme, su forma de mirarme. ¡Qué triste y solo se sentiría!, esa idea, me mortificó durante años.
Recuerdo aquellos cuadros en el comedor que parecían hablarme, eran oscuros, extraños, imitaban al más puro estilo de Goya en sus pinturas negras, un pintor cualquiera que, en sus trazos, parecía haberlas dibujado él mismo, y aquellos bodegones que tanto me atormentaban pero que sólo representaban comida, bebida… un cuchillo…Aquellas pinturas me observaban, me confundían en mi nerviosismo, era terror lo que sentía.
Subí precipitadamente, allí estaban mis amigas, las necesitaba, como las necesité en otras épocas de mi vida, en las que acontecieron hechos importantes.
Percibiendo que las mujeres no lloraban, me preguntaba qué había ocurrido, una niña acababa de nacer, alguien la colocó en mis brazos, en mis oídos unas palabras dulces e infinitas en el tiempo que suavemente me tranquilizaron, “unos se van, otros llegan”, con la niña en brazos sonreí, sentí su ternura, su olor especial, aquellas manitas, esos deditos que no me soltaban, su naricita dura como un diamante, y aquellos mofletes redondos y sonrosados…todo aquello me embargaba de emoción, sin embargo también recuerdo cuánto pesaba, temía que se cayera… la sostuve todo el tiempo hasta que me liberaron de aquello que me parecía una tremenda, ardua, y eterna responsabilidad.

Fue entonces cuando comprendí el sentido de la vida, tristeza, por aquel hombre que se fue, responsabilidad y ternura, por aquella niña que acababa de nacer, deseo, de vivir más de cien años habiendo sido feliz y con mi pluma en la mano, aquella que aún recuerdo.

© Derechos reservados


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Historias
Cristales en la playa y en el alma

Recordaba Florencia con cariño y también la recordaba a ella, aquella mujer del vestido de seda y flores; sonreía con añoranza mientras escribía una carta, le hablaba de su casa en la montaña, de sus peces, de la playa de los cristales…de una preciosa Asturias.
¡Cuanto la añoraba! Cuando comenzó a escribir aquella carta dudaba, mas el hecho de luchar por cosas importantes de la vida, es motivo de satisfacción y esperanza. Analizando pasado y presente sentía la seguridad de que, durante todo ese tiempo, no había sentido amor más grande que aquel que conoció en Roma y abandonó en Florencia. ¡Aquella italiana, qué linda era!
Había hecho un gran esfuerzo al salir de su país, había confiado en personas desconocidas que hablaban otro idioma. En aquel momento sólo sentía una necesidad, la de vivir la vida a bocanadas y pensaba que pasado el tiempo la olvidaría.
Sin embargo, ahora, en el ocaso de su vida, se daba cuenta de que fue ella lo más hermoso y mágico de su existencia, y sentía que no había conseguido vivir con plenitud. Mientras recogía las cuentas de colores, en la playa de los cristales, y las colocaba en su acuario, se entristecía, padecía de una triste nostalgia que le recordaba aquellos días junto a ella.
Había encontrado un paraíso en Asturias, y en ese lugar con su perro y sus peces de colores, había instalado su casa en la montaña, orientada hacia la playa de los cristales.

Se sentía a gusto, mas sentía cristales en el alma, pero estos no estaban erosionados por el mar ni tampoco por el tiempo, como él había imaginado por aquel entonces, sino que lastimaban su corazón.
María Teresa Fandiño 
© Derechos reservados

martes, 12 de mayo de 2015

Un vagabundo de amor


Un vagabundo de amor
Mi locura es tu risa y es tu boca,
palabras llenas de este amor profundo
imploran por tu amor, ya moribundo.
Mi corazón con mil gritos te invoca.

Un manto de amargura desemboca
en bocados de lástimas, inundo
mis mañanas de lágrimas, me hundo
en los lodos que el llanto me provoca

y sueño con tus labios, un te amo,
tus palabras, alondras, suaves mantos
de estrellas, que sugiere suave ramo

al alba de pasiones y ¡cuántos
dulces besos, de tus labios, reclamo
en brazos de Morfeo! Siento en llantos

que por tu querer bramo
como loco iracundo, sin amor
sin sosiego y sin paz en mi dolor

 María Teresa Fandiño ©
12/05/2015
Derechos reservados
Fotografía de la red




viernes, 1 de mayo de 2015

Territorio de escritores


La catedral mágica
Mis oídos piden atención, el viento, siempre tan fuerte, me ensordece y el dolor me impide salir de mi habitación. Con vistas, a través de una ventana mágica situada ante mi ordenador, observo impaciente. Dos días sin verle y mi corazón se muere de nostalgia como le ocurre a todos los grandes amores. Cuando la marea baja al límite y el sol comienza a ocultarse, se pueden pedir deseos a los dioses. Ellos pueden oírnos en la catedral mágica que el oleaje creó.
En mi momento de silencio, deseo escuchar el sonido de la brisa del mar.
María Teresa Fandiño
21/07/2015




SUEÑOS DE CARACOL, de María Teresa Fandiño.
Un vestíbulo amplio y lujoso, un vestido en jazmín y plata, el reloj de la pared toca sus campanadas. Fue testigo mudo de un amor lujurioso.
Una casa muy grande para los dos y una escalera de caracol. Quiero confesar que nunca llegué a subir todos los peldaños. Me dio miedo llegar, a donde no quería ver los recuerdos de una antigua mujer, que ocupó aquella morada. Un antiguo dormitorio en el piso superior. Nunca fue mi hogar aquella casa.
Sólo un trajín de lujo y placer hasta ese día que subí y caí, quién me empujó no lo sé. Sólo sé que me hizo un daño tan hondo que todo mi corazón murió antes de lograr caer. Cuando llegué al suelo sólo una mirada hacia arriba, no tuve más oportunidad que la de verla allí, asomada a la barandilla, como queriendo decir "vete de mi vida"
María Teresa Fandiño
Derechos reservados
22/05/2015
Fotografía de la red

Soledad y el circo

Cuéntame un cuento abuelo,
—Es muy tarde, ¿no tienes sueño?
—Si, pero esperaré hasta que llegue mamá.
—Se me agotan los cuentos, ya no sé más.
—Tú siempre sabes cuentos, anda, se bueno.
—Te lo cuento si cierras los ojos, a ver si así te duermes.
—Vale, los cierro
—Haces trampa, tienes los ojos abiertos.
—No, mira, no los abro, lo prometo.
Erase una vez, en un lugar alejado, una señora que sufría mucho
—¿Por qué?
—Calla, que es un cuento
—Pero ¿por qué sufría mucho, abuelo?
—A ver ¿te lo cuento o no?
—Si, sigue.
Sus hijos se habían enfadado, se peleaban continuamente. Uno se fue a África a cuidar a los enfermos, porque allí no tenían medios para aliviar algunas enfermedades. Otro se fue a un monasterio, porque quería tener paz y tranquilidad, y el más pequeño que siempre se reía, se fue a buscar trabajo y ni siquiera le escribía.
—¿No la querían abuelo?, ¿era mala?
Un día, apareció por el pueblo un circo, ella nunca había visto uno y se quedó fascinada. Quiso conocerlo, entró por la mañana y vio a los leones, que estaban comiendo, a los elefantes con sus enormes trompas, a los payasos que estaban practicando para la actuación. Vio salir a unos chicos y los siguió, resultaron ser trapecistas, los observó mientras entrenaban y se quedó maravillada.
Se unió a ellos, le ofrecieron un trabajo de cocinera y aceptó.
Soledad recorre el mundo con el circo e incluso participa en una pequeña obra de teatro que hace reír a todos los niños. Sus hijos han regresado, ahora no se pelean, pero Sole ya no está.
—¡Qué pena abuelo!
—Hay que cuidar a las personas.
—Como tú me cuidas a mi. Yo no te dejaré que te vayas a ningún circo, abuelo...





Cuentas de cristales en el alma

En aquel momento había sentido la necesidad de vivir la vida a bocanadas y pensaba que pasado el tiempo la habría olvidado con facilidad. Había encontrado un paraíso y en ese lugar junto con su perro, había instalado su casa en la montaña, orientada hacia la playa de los cristales.
Mas en el ocaso de su vida la añoraba, sentía que había sido ella lo más hermoso y mágico de su existencia, no había conseguido vivir con plenitud en soledad. Recogía las cuentas de cristales de colores en la playa y las colocaba en su acuario, junto con sus peces, con triste nostalgia de ella y de aquellos días en Venecia.Sentía cuentas de cristales en el alma, mas estas no estaban erosionadas por el tiempo, lastimaban su corazón.
Parecía sentir aquellas manos que acariciaban sus mejillas, su mirada que atrapaba el alma, su pelo suave. Sonreía con añoranza mientras redactaba una carta para ella. Le hablaba de su casa en la montaña, de sus peces de colores, de la playa de los cristales y de sentimientos de amor eterno.
¡Cuanto la añoraba! Cuando comenzó a escribir  estaba seguro de que durante todo ese tiempo no había sentido amor más grande que aquel abandonó en Venecia; aquella mujer ¡qué linda era!
Ven, entra en mi vida y en mi alma, le decía en su carta.
Me miro al espejo y veo aquel niño que fui, que sentí, y regreso a aquella tarde en aquel estanque, la luz brillaba sobre cara mojada. Me enamoré en aquel instante, con un dulce parpadeo de tus ojos, de tu mirada tierna, esa que me enloquece.



Mientes al igual que hablas

Qué clase de alma tienes,
que tal cual hablas mientes,
¡traidor!Desde el comienzo
ira y desasosiego

¡Tantos dolores causas!
No lo ignoras, abrazas
al poder. Tu mentira
casi siempre va unida

al camino final
Tu alma, que se envilece
y su poder ejerce,
no hay que subestimar

Ya temo no creerte
Cuando hablas de verdad

María Teresa Fandiño.
© Derechos reservados
28/03/2015


Sin hotel no somos nada

Deseaba meditar a solas, encontrar la paz que ofrece la naturalidad. Abandoné mi vida cotidiana. Unos días en el hotel “del bienestar”, a solas con mi mochila llena de problemas, ¡qué pesada estaba!
Mi habitación era pequeña, soleada y tenía vistas a un jardín con flores y pajaritos. La paz inspiraba terror a una mujer estresada. Me hubiera sentido igual en la meta de un maratón, daba la impresión de que me caería. Pasaron los días y cada uno de ellos se hacía menos pesado, mi mochila ya no tenía tantas piedras. Masajes contra el estrés, playa, lectura… Maravilloso.
Llegó el día de enfrentarse de nuevo a la vida real. Aquel hotel que había sido infinito y maravilloso dejó de serlo cuando pagué la factura y cargada con miles de maletas, pero sin mochila, llamé un taxi. Camino del aeropuerto abrí mi móvil, en dos minutos recibí los 99 mensajes de mi facebook y todas las llamadas que pueden entrar hasta agotar la batería. Regresar a la realidad me asustó.
Casi en el aeropuerto oímos una pequeña noticia en la radio, se habían suspendido los vuelos por causa de un volcán, no me lo podía creer ¡y yo sin hotel y sin batería!
-Están suspendidos casi todos los vuelos en el aeropuerto, ¿no la han avisado al móvil?
-No tengo batería
-¿Qué quiere hacer?, ¿seguimos hacia allá?
-mmm…si
Todos los hoteles estarían ocupados, tenía que salir de aquella ciudad.
Esperé la cola, un kilómetro, una hora
-Su vuelo está anulado
-¿Qué pueden hacer por mí?
-Indicarle donde está la estación del tren.
¡El tren!, no me lo podía creer.
Sin móvil y sin hotel intentaba activar mis neuronas en medio del aeropuerto, solamente pude comer chocolate. ¡Mi tarjeta estaba rallada!
María Teresa Fandiño.
© Derechos reservados
20/03/2015















Vivía en las nubes, de María Teresa Fandiño

Pretendía volar, como aquella noche que la visitó el mago, y él deseaba llevarla a visitar su casa en las nubes.
Sucedió una mañana gris de un día cualquiera. Al despegar sintió la sensación de elevarse en una noria. Cuando vio las nubes se le antojó pasear sobres ellas. Comprobó que podía deslizarse igual que en la nieve, así que construyó una casa con panel solar, señales de tráfico, y mucho espacio para los dos.
Podría vivir una eternidad junto a ella, sin tormentas, e iluminar su cara con luz de luna cada noche.
Se despertó sonriendo, el piloto anunciaba aterrizaje.
Ella le aguardaba con su orquesta de colores y un lindo vestido de seda, volaba con su melena al viento y un suave balanceo. Una dulce brisa la acariciaba

Suena una melodía, es Edith Piaf , “La vie e rose”
María Teresa Fandiño.
© Derechos reservados
15/03/2015
















Tarde acudes, viejo avaro

Tanto tenía, mucho más quería
cobraba y ni siquiera la hora daba
Un mal día llegó gente a la casa
¡Socorro!, una medicina pedía


Agotado, aquel hombre suplicaba
un niño tenía herido en su casa
¡Y a mi quien me paga!, le decía
Se durmió, y al poco tiempo moría

Al alba alguien estaba allí, a su lado
¡Es su hijo!, gritaba aquella vecina
él siempre le llevaba de la mano

Llamadle, que venga aquí, el muy avaro
quería dinero, ¡ni quiso verle!
ni siquiera rozó su dulce mano

María Teresa Fandiño.

© Derechos reservados
24/02/2015


Mil veces la mataría
Salió del despacho hambrienta y con prisa. Siempre almorzaba en el bar, pero ese día era especial. Compró tarta y se encaminó a casa, abrió la puerta de la cocina y dejó la compra. Escuchó ruido…Allí estaban los dos.
Se abalanzó sobre ella, y la sacó a la escalera. Su cabeza rebotó estrepitosamente contra el suelo. Una y otra vez la clavó contra un escalón, sangraba abundantemente. Allí la dejó, ¡muerta!
Cuando entró en casa tenía dudas, quizás estuviera aún viva, pero no le importó demasiado. Él la miraba estupefacto y asustado. No tenía intención de causarle ningún daño. ¡Con lo que ella le quería!
Puso una maleta sobre la cama y comenzó a llenarla con su ropa. La dobló con sumo cuidado para que no tuviera que volver a plancharla.
-Tienes la maleta hecha  -le dijo sonriendo-. Siento que tengas que irte.
La miraba boquiabierto, ella no sabía el porqué, al fin y al cabo tendría que irse.
Y se marchó.
Pasó la tarde sola en casa
-No me lo puedo creer, ¡estaba con otra en mi sofá! -Murmuraba-
Él había olvidado su aniversario de bodas.
A la mañana siguiente se despertó sobresaltada, percatándose de que todo había sido una pesadilla horrible, él estaba a su lado. Le alivió pensar que no era una asesina.
Salió a la escalera para cerciorarse y allí estaban las manchas de sangre, parecía que habían querido limpiarla pero quedaba una huella clara, un rojizo en la escalera. Le pareció extraño.
Aquel trozo de tarta que cenó le había sentado muy mal, imposible que la hubieran drogado, ella misma la había comprado esa mañana. Debería realizar una investigación. ¿Acaso estaría viva?
- Mil veces más la mataría – repetía sin cesar.

María Teresa Fandiño
© Derechos reservados


Lágrimas de cocodrilo, de María Teresa Fandiño

-En cuanto me llamaste salí corriendo, ¿qué ha ocurrido?
- He cometido un delito, soy un criminal, he matado a Esperanza, la mujer de mis sueños.
-Pero qué dices ¿Te has vuelto loco?
-¡Ese perro que llevo dentro tiene los dientes grandes!, la he matado si, no pretendía hacer semejante cosa. Gritaba sin parar, me estaba volviendo loco, sólo quería que no se fuera y ella…¡esa maldita desagradecida!
- Juan, mírame, tranquilízate, ¿donde está?
-Se ha dado contra una esquina del baño.¡Dios mío, qué haré ahora!
-No se te ha ocurrido llamar a una ambulancia o a la policía, no me lo puedo creer.
-¿Estás loca?, claro que no. Te llamé para que me ayudaras, no para que me denunciaras, tenemos que ocultar el cuerpo de Esperanza.
-Si crees que voy a ayudarte con esto estás muy equivocado, Juan. Llamaré a la policía. Si quieres mi consejo es mejor que tú mismo llames y digas lo que has hecho.
-¡Tú!, ¡mi propia hermana! ¿Piensas denunciarme?, ¿que crees que pensarán que soy? ¡Un maltratador!, pues no, no lo soy.
Discutíamos, intenté calmarla. Se dio un golpe, eso es todo, resbaló en el baño en medio del forcejeo y…no sé que pasó, está muerta.
- Cuéntaselo a la policía, a mi no.
-Rosa, no llames, no dejaré que me delates…
Una llamada extraña en comisaría. Un quejido, como una súplica, un llanto de agonía. Llegaron tarde y se encontraron con una escena trágica, dos mujeres muertas. La historia parecía haber sido una pelea, que finalizó con un resbalón de una de ellas en el baño.
La asesina resultó muerta, concluyó la policía.

María Teresa Fandiño
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Un libro, un mago y Varsovia, de María Teresa Fandiño

Era viajar su mayor pasión. Leer y escribir, en soledad, un deleite. Le desagradaba la ansiedad que le provocaba su trabajo y por eso había emprendido un viaje en soledad, buscaba paz. Quizás, alguna vez, le enviaría un bonito soneto a su chico, que pudiera expresar cuánto le amaba, la pasión que por él sentía cuando la miraba con aquellos ojos negros. Su recuerdo la llenaba de gozo.

Al principio la idea le había dado miedo, no se decidía, pero recibió un mensaje anunciando una visita inesperada. A su mente llegaron recuerdos de dulces hechizos de antaño que, en noches largas de soledad, la habían conducido al éxtasis, y que fueron destrozados vilmente por el mismo mago que los ideó.
Y se marchó
Llegó a Varsovia en tren. Desde la ventana, absorta, observaba paisajes extraordinarios, que parecían tener vida, amaba esa sensación. Se sentía pletórica. Hizo un pequeño inciso para comer y pudo observar que a su lado, compartiendo asiento, otra mujer viajaba sola. Dicen que la verdad libera, quizás por eso se confiaran tantas cosas. Esas mentiras piadosas de familia, pasiones ocultas de amores prohibidos…Fue el comienzo de una buena amistad.
A su llegada, cargando con la impedimenta, caminaban despacio, en silencio, saboreando la ciudad de Varsovia. Exánimes, acostadas sobre la hierba del parque central, observaban atónitas el Palacio de la isla. Compartieron música, lectura, botellitas de agua…
Cerró los ojos, latía muy despacio su corazón. ¡Sublime el placer de escuchar a Chopin! sintió el embrujo de aquel hermoso lugar, deseaba embriagarse de la sensación de soledad compartida.



"Exactamente lo mismo" 10º Reto : Lista de palabras (Territorio de escritores, facebook)