Viajo por las letras con la maleta llena de libros. Escribo novelas y relatos, pero si me siento poética la lleno de poesía o de lírica. Soy "cuentista". ¡Otros van más allá e incluso publican mis historias! Os deseo un paseo agradable por mi blog. Mis trabajos están registrados, podéis usarlos citando la procedencia y sin alterar su contenido, siempre y cuando se utilicen para actividades sin ánimo de lucro.

viernes, 28 de octubre de 2016

Hambrienta y poeta, la ladrona de ciruelas


EL JUEGO DE LAS PALABRAS

Hambrienta y poeta, la ladrona de ciruelas.

Todo empezó cuando se subió a aquel árbol.
Se sentó en una de sus ramas y comenzó a comer ciruelas sin medida y sin costumbre, dijo adiós a su régimen. Llegó el dueño del ciruelo, sacó un palo y comenzó a sacudir el árbol, no conseguía atizarle. Se cayó al suelo en una de estas movidas de rama, echó a correr y tropezó con un toro que venía de frente, la quiso embestir. Tenía fobia a los toros, seguramente por eso se los encontraba a menudo por aquellas tierras, lo cual siempre le producía una enorme conmoción.
Sin más dilación se subió a una valla, en aquel inhóspito lugar permaneció toda la noche sentada hasta que llegó la calma; el toro se cansó de aguardar por ella y se marchó.
Se fue cojeando, recapacitando acerca de tamaña estolidez.
La biblioteca, que abría en ese momento sus puertas, le dio confianza, refugio y asiento.
Escribió.
Fueron tantos y tan variados sus poemas que metidos en una coctelera salpicarían como serpentinas de colores el mágico espacio intelectual. Pudo soñar un mundo de colores con formas de animales mitológicos, consiguió olvidar miradas de ingratitud.
Sólo recordaba lo bueno. Un reloj obsoleto y un amor adolescente, pura química productora de importantes cantidades de endorfinas.
Llegó la cordura, espantó a las mariposas que revoloteaban por su cabeza como un tiovivo de feria.
Sus musas estaban inquietas.
Deseaba regresar pronto al huerto, sentarse en las ramas del árbol y de nuevo comer ciruelas; esta vez iría preparada con una gran bolsa. Deseaba que el dueño del ciruelo padeciera prosopagnosia y no pudiera reconocer de nuevo su cara en cuanto la viera.
Llevaría un par de amigos, unidad y compañerismo conseguirían llenar una bolsa entera.
Tal vez le dieran de palos pero ya no sería solamente por un par de ciruelas.



María Teresa Fandiño
27/10/2016



miércoles, 26 de octubre de 2016

Lágrimas de nostalgia

Lágrimas de nostalgia

Amor…en la distancia fuego
y en los sueños placer.

Hoy soñé contigo.
¿Qué soñaste?
Lo olvidé.
¿Lo olvidaste o era pecado?
Tal vez era pecado.

Apenas hay pecados.
¿Qué pasó con ellos?
Se convirtieron en cosas comunes.
Entonces ahora se puede amar en sueños.
Antes también.

Antes era pecado.
Y un placer.
En ellos puedo besar tus labios.
¿Un par de besos húmedos?
¿Cómo lo sabes?

No lo sé.
¿Lo adivinas?
Lo soñé.
¿Lo soñaste o lo soñé?
Lo soñamos, tal vez.

Te quiero en sueños.
¿Sólo en sueños?
Te quiero en mis sueños
Y yo en los míos también
¿Qué soñaste?

Te acaricié ¿Qué soñaste tú?
Sentí tus caricias al anochecer.

María Teresa Fandiño.
Derechos reservados.
La Coruña, España
15/10/2016


Pincha en el enlace y se abrirá la revista.
https://issuu.com/carmenmembrillaolea/docs/gealittera_26/1?e=12148429/39513643


sábado, 8 de octubre de 2016

Como un flash

Como un flash

Con un chasquido de dedos
desde mi alma dolida
me enfrento al olvido
y a tu partida.

Con un chasquido de dedos
me despido
de tu alma perversa
de tus besos
de tu indiferencia.

Con un chasquido de dedos
me llevó un tifón ¡Sorpresa!
Uno que solo a mí me quería,
lamió las llagas de mis heridas
mientras tú elegías princesa.

Con un chasquido de dedos
pido al tiempo el olvido,
a la esperanza una nueva etapa,
al sentimiento buenos recuerdos
y a ti, que me olvides.
María Teresa Fandiño.
30/09/2016


martes, 4 de octubre de 2016

Destino: Venganza

Destino: Venganza.

Él abrió la puerta con sumo cuidado y recorrió el apartamento despacio, en silencio, de puntillas y como a cámara lenta; llegó buscando venganza. Sin embargo, ella, que lo había intuido, escapó como chiscando los dedos; salió de la ducha y aun mojada, se colocó una camiseta larga color verde; olvidó recoger el bolso, las llaves, el móvil...Salió por la puerta de atrás, a esas horas todos dormirían; esperaba encontrar las escaleras pero encontró el vacío; brillaba el sol. Muy despacio y de puntillas, caminaba sobre las nubes vestida de color esperanza; su camiseta húmeda secó al instante, el sol abrasaba.
Allí permaneció sin comida y sin agua; ante el astro rey cayó deslizándose en el aire a cada movimiento, a cada intento de sujetarse con los brazos, poco a poco; ocurrió cuando comenzó a llover.
Gritaba socorro, entre tantolas palomas la observaban sin poder hacer nada.

Él la aguardaba en tierra indeciso, con cara de lástima pero satisfecho, merecían morir las madres que devoran a sus hijos; su venganza hubiera sido amarga.

María Teresa Fandiño
26/09/2016
Imagen obtenida de la red


sábado, 1 de octubre de 2016

El salero de mis abuelas



El salero de mis abuelas.

Recordé que Poseidón a veces deja sueltos a sus caballos, les temía; supuse que el dios no sufriría un ataque de ira ese día precisamente. Me decidí, no sin miedo, y salí a navegar; unas horas después, en medio del océano, el mar estaba tranquilo.

Imaginé la zona llena de corales. Observé el horizonte, quizás los caballos de sal estuvieran libres y cabalgando, mas no les vi; con mi traje de buceo me sumergí en el agua. Una vez estuviera en el fondo del mar, no me afectaría el tamaño de las olas. Poseidón podría soltar a todos sus caballos, los más grandes y hermosos sin que apenas se notara. Encontré corales que parecían de colores; una voz maestra me recordó que los corales son blancos, los efectos de las algas los cubren de hermosos colores. Buceé hasta que anocheció, descubrí secretos en el fondo del mar que fui recogiendo en una bolsa; un camafeo y una moneda de euro.
Subí mi pequeño tesoro al barco, guardé mi traje de buceo y me tiré de nuevo al mar; cabalgué sobre pequeños caballos que comenzaban a llegar, sólo querían jugar conmigo, nadé hasta que me agoté; sentí la libertad al anochecer junto a ellos.
La melena al viento, una noche clara, olor a salitre; ese olor a sal que tantos recuerdos me trae. Recuerdos tiernos de la infancia, de aquellos días en la playa cuando de niña, junto con mi abuela, recogía berberechos.Tras lavarlos en agua de mar, a escondidas de mi madre y con aquel gesto de complicidad, los comíamos crudos.
Mis abuelas…Sé que yo, sin pretenderlo, fui la sal en sus saleros. Ellas amortiguaban mi disciplina ¡ellas eran la sal de la vida!

María Teresa Fandiño
23/09/2016
Derechos reservados