En mi momento de silencio, deseo escuchar el sonido de la brisa del mar.
María Teresa Fandiño
21/07/2015
Soledad y el circo
Cuentas de cristales en el alma
En aquel momento había sentido la necesidad de vivir la vida a bocanadas y pensaba que pasado el tiempo la habría olvidado con facilidad. Había encontrado un paraíso y en ese lugar junto con su perro, había instalado su casa en la montaña, orientada hacia la playa de los cristales.
Mas en el ocaso de su vida la añoraba, sentía que había sido ella lo más hermoso y mágico de su existencia, no había conseguido vivir con plenitud en soledad. Recogía las cuentas de cristales de colores en la playa y las colocaba en su acuario, junto con sus peces, con triste nostalgia de ella y de aquellos días en Venecia.Sentía cuentas de cristales en el alma, mas estas no estaban erosionadas por el tiempo, lastimaban su corazón.
Parecía sentir aquellas manos que acariciaban sus mejillas, su mirada que atrapaba el alma, su pelo suave. Sonreía con añoranza mientras redactaba una carta para ella. Le hablaba de su casa en la montaña, de sus peces de colores, de la playa de los cristales y de sentimientos de amor eterno.
¡Cuanto la añoraba! Cuando comenzó a escribir estaba seguro de que durante todo ese tiempo no había sentido amor más grande que aquel abandonó en Venecia; aquella mujer ¡qué linda era!
Ven, entra en mi vida y en mi alma, le decía en su carta.
Me miro al espejo y veo aquel niño que fui, que sentí, y regreso a aquella tarde en aquel estanque, la luz brillaba sobre cara mojada. Me enamoré en aquel instante, con un dulce parpadeo de tus ojos, de tu mirada tierna, esa que me enloquece.
Mientes al igual que hablas
Deseaba meditar a solas, encontrar la paz que ofrece la naturalidad. Abandoné mi vida cotidiana. Unos días en el hotel “del bienestar”, a solas con mi mochila llena de problemas, ¡qué pesada estaba!
Mi habitación era pequeña, soleada y tenía vistas a un jardín con flores y pajaritos. La paz inspiraba terror a una mujer estresada. Me hubiera sentido igual en la meta de un maratón, daba la impresión de que me caería. Pasaron los días y cada uno de ellos se hacía menos pesado, mi mochila ya no tenía tantas piedras. Masajes contra el estrés, playa, lectura… Maravilloso.
Llegó el día de enfrentarse de nuevo a la vida real. Aquel hotel que había sido infinito y maravilloso dejó de serlo cuando pagué la factura y cargada con miles de maletas, pero sin mochila, llamé un taxi. Camino del aeropuerto abrí mi móvil, en dos minutos recibí los 99 mensajes de mi facebook y todas las llamadas que pueden entrar hasta agotar la batería. Regresar a la realidad me asustó.
Casi en el aeropuerto oímos una pequeña noticia en la radio, se habían suspendido los vuelos por causa de un volcán, no me lo podía creer ¡y yo sin hotel y sin batería!
-Están suspendidos casi todos los vuelos en el aeropuerto, ¿no la han avisado al móvil?
-No tengo batería
-¿Qué quiere hacer?, ¿seguimos hacia allá?
-mmm…si
Todos los hoteles estarían ocupados, tenía que salir de aquella ciudad.
Esperé la cola, un kilómetro, una hora
-Su vuelo está anulado
-¿Qué pueden hacer por mí?
-Indicarle donde está la estación del tren.
¡El tren!, no me lo podía creer.
Sin móvil y sin hotel intentaba activar mis neuronas en medio del aeropuerto, solamente pude comer chocolate. ¡Mi tarjeta estaba rallada!
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Pretendía volar, como aquella noche que la visitó el mago, y él deseaba llevarla a visitar su casa en las nubes.
Sucedió una mañana gris de un día cualquiera. Al despegar sintió la sensación de elevarse en una noria. Cuando vio las nubes se le antojó pasear sobres ellas. Comprobó que podía deslizarse igual que en la nieve, así que construyó una casa con panel solar, señales de tráfico, y mucho espacio para los dos.
Podría vivir una eternidad junto a ella, sin tormentas, e iluminar su cara con luz de luna cada noche.
Se despertó sonriendo, el piloto anunciaba aterrizaje.
Ella le aguardaba con su orquesta de colores y un lindo vestido de seda, volaba con su melena al viento y un suave balanceo. Una dulce brisa la acariciaba
Suena una melodía, es Edith Piaf , “La vie e rose”
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Tanto tenía, mucho más quería
cobraba y ni siquiera la hora daba
Un mal día llegó gente a la casa
¡Socorro!, una medicina pedía
Agotado, aquel hombre suplicaba
un niño tenía herido en su casa
¡Y a mi quien me paga!, le decía
Se durmió, y al poco tiempo moría
Al alba alguien estaba allí, a su lado
¡Es su hijo!, gritaba aquella vecina
él siempre le llevaba de la mano
Llamadle, que venga aquí, el muy avaro
quería dinero, ¡ni quiso verle!
ni siquiera rozó su dulce mano
María Teresa Fandiño.
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Mil veces la mataría
Salió del despacho hambrienta y con prisa. Siempre almorzaba en el bar, pero ese día era especial. Compró tarta y se encaminó a casa, abrió la puerta de la cocina y dejó la compra. Escuchó ruido…Allí estaban los dos.
Se abalanzó sobre ella, y la sacó a la escalera. Su cabeza rebotó estrepitosamente contra el suelo. Una y otra vez la clavó contra un escalón, sangraba abundantemente. Allí la dejó, ¡muerta!
Cuando entró en casa tenía dudas, quizás estuviera aún viva, pero no le importó demasiado. Él la miraba estupefacto y asustado. No tenía intención de causarle ningún daño. ¡Con lo que ella le quería!
Puso una maleta sobre la cama y comenzó a llenarla con su ropa. La dobló con sumo cuidado para que no tuviera que volver a plancharla.
-Tienes la maleta hecha -le dijo sonriendo-. Siento que tengas que irte.
La miraba boquiabierto, ella no sabía el porqué, al fin y al cabo tendría que irse.
Y se marchó.
Pasó la tarde sola en casa
-No me lo puedo creer, ¡estaba con otra en mi sofá! -Murmuraba-
Él había olvidado su aniversario de bodas.
A la mañana siguiente se despertó sobresaltada, percatándose de que todo había sido una pesadilla horrible, él estaba a su lado. Le alivió pensar que no era una asesina.
Salió a la escalera para cerciorarse y allí estaban las manchas de sangre, parecía que habían querido limpiarla pero quedaba una huella clara, un rojizo en la escalera. Le pareció extraño.
Aquel trozo de tarta que cenó le había sentado muy mal, imposible que la hubieran drogado, ella misma la había comprado esa mañana. Debería realizar una investigación. ¿Acaso estaría viva?
- Mil veces más la mataría – repetía sin cesar.
María Teresa Fandiño
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Lágrimas de cocodrilo, de María Teresa Fandiño
-En cuanto me llamaste salí corriendo, ¿qué ha ocurrido?
- He cometido un delito, soy un criminal, he matado a Esperanza, la mujer de mis sueños.
-Pero qué dices ¿Te has vuelto loco?
-¡Ese perro que llevo dentro tiene los dientes grandes!, la he matado si, no pretendía hacer semejante cosa. Gritaba sin parar, me estaba volviendo loco, sólo quería que no se fuera y ella…¡esa maldita desagradecida!
- Juan, mírame, tranquilízate, ¿donde está?
-Se ha dado contra una esquina del baño.¡Dios mío, qué haré ahora!
-No se te ha ocurrido llamar a una ambulancia o a la policía, no me lo puedo creer.
-¿Estás loca?, claro que no. Te llamé para que me ayudaras, no para que me denunciaras, tenemos que ocultar el cuerpo de Esperanza.
-Si crees que voy a ayudarte con esto estás muy equivocado, Juan. Llamaré a la policía. Si quieres mi consejo es mejor que tú mismo llames y digas lo que has hecho.
-¡Tú!, ¡mi propia hermana! ¿Piensas denunciarme?, ¿que crees que pensarán que soy? ¡Un maltratador!, pues no, no lo soy.
Discutíamos, intenté calmarla. Se dio un golpe, eso es todo, resbaló en el baño en medio del forcejeo y…no sé que pasó, está muerta.
- Cuéntaselo a la policía, a mi no.
-Rosa, no llames, no dejaré que me delates…
Una llamada extraña en comisaría. Un quejido, como una súplica, un llanto de agonía. Llegaron tarde y se encontraron con una escena trágica, dos mujeres muertas. La historia parecía haber sido una pelea, que finalizó con un resbalón de una de ellas en el baño.
La asesina resultó muerta, concluyó la policía.
Era viajar su mayor pasión. Leer y escribir, en soledad, un deleite. Le desagradaba la ansiedad que le provocaba su trabajo y por eso había emprendido un viaje en soledad, buscaba paz. Quizás, alguna vez, le enviaría un bonito soneto a su chico, que pudiera expresar cuánto le amaba, la pasión que por él sentía cuando la miraba con aquellos ojos negros. Su recuerdo la llenaba de gozo.
Al principio la idea le había dado miedo, no se decidía, pero recibió un mensaje anunciando una visita inesperada. A su mente llegaron recuerdos de dulces hechizos de antaño que, en noches largas de soledad, la habían conducido al éxtasis, y que fueron destrozados vilmente por el mismo mago que los ideó.
Y se marchó
Llegó a Varsovia en tren. Desde la ventana, absorta, observaba paisajes extraordinarios, que parecían tener vida, amaba esa sensación. Se sentía pletórica. Hizo un pequeño inciso para comer y pudo observar que a su lado, compartiendo asiento, otra mujer viajaba sola. Dicen que la verdad libera, quizás por eso se confiaran tantas cosas. Esas mentiras piadosas de familia, pasiones ocultas de amores prohibidos…Fue el comienzo de una buena amistad.
A su llegada, cargando con la impedimenta, caminaban despacio, en silencio, saboreando la ciudad de Varsovia. Exánimes, acostadas sobre la hierba del parque central, observaban atónitas el Palacio de la isla. Compartieron música, lectura, botellitas de agua…
Cerró los ojos, latía muy despacio su corazón. ¡Sublime el placer de escuchar a Chopin! sintió el embrujo de aquel hermoso lugar, deseaba embriagarse de la sensación de soledad compartida.
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