Esa tarde se tornó oscura, seguramente habría tormenta esa noche. Sin embargo, como cada día se reuniría con sus amigos en el café. Entró muy despacio, la imagen de aquella mujer le había puesto nervioso. Le recordaba a alguien; de pronto sintió escalofríos, se asustó de sí mismo. La entrada en el café parecía deshonrosa; el camarero de siempre, el de los grandes bigotes que atendía en la barra, le saludó atentamente como siempre.
—Cómo está Don Ramón…
Pero Ramón no pudo responder, aquel rostro…no le dejaba en paz.
Y como una pintura enmarcada en el gran salón de su casa, parecía obligarle a recordar toda una vida en su pueblo. Pero ¿Quién era aquella mujer?
La pintura databa del año 1800 aproximadamente.
Continuó su paso lento, en la primera mesa Doña Inés, con su gato persa, le miraba mientras daba de comer al animal en su regazo; a la izquierda una pareja de enamorados se hacían arrumacos mientras sonreían, se les veía felices; como siempre estaba Emilio, aquel hombre tan mayor, que, a su edad, volvía a ser universitario; el hombre ya estaba jubilado, sin embargo se sentía solo y había decidido vencer una batalla contra el alzheimer, que no la guerra, esta, la sabía perdida; al fondo, a la derecha, como siempre estaban los universitarios, siempre ocupaban dos mesas, llegaban como una jauría, con libros y carpetas, extendían sus apuntes sobre la mesa y estudiaban, o hacían que estudiaban, delante de unas cañas.
Al fondo solían estar sus amigos, Genaro ya había llegado, era temprano. Se acercó a la mesa, le saludó, mas le encontró con la cabeza colgando, como unos racimos de uvas maduras al sol, este hombre ya estaba a punto de pasar a mejor vida —se reía Ramón mientras le observaba—, quizás, pensaba Ramón, ya estuviera aburrido de tanto esperar. Se sentó a su lado, tomó un periódico en sus manos y comenzó a ojearlo. Genaro no despertaba, sintió una sensación extraña y decidió zarandearle.
El hombre cayó al suelo, estaba muerto.
De pronto, como una idea caída del techo, vino la imagen de aquella mujer a su mente, sintió un escalofrío…Había sido, tal vez, un presagio.
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