Viajo por las letras con la maleta llena de libros. Escribo novelas y relatos, pero si me siento poética la lleno de poesía o de lírica. Soy "cuentista". ¡Otros van más allá e incluso publican mis historias! Os deseo un paseo agradable por mi blog. Mis trabajos están registrados, podéis usarlos citando la procedencia y sin alterar su contenido, siempre y cuando se utilicen para actividades sin ánimo de lucro.

sábado, 26 de diciembre de 2015

En Navidad ocurren milagros


                                          Imagen obtenida de la red


En Navidad ocurren milagros

Una Navidad de hace muchos años, bajo el reloj de pared Rosita me pidió que le diera un beso. Le pregunté el porqué y ella me dijo que quería ser mi novia. Me pareció muy raro porque Rosita era muy guapa y yo tenía gafas. Se enfadó mucho porque le dije que no, yo pensaba que se estaba riendo de mí.
Se fue muy lejos a un país muy raro, que estaba al otro lado del Océano y me envió una carta. Me llamó idiota y me dijo que no quería saber nada más de mí. También se rió de mis gafas. Se lo conté a mi amigo y me dijo que las chicas eran así.
Nos fuimos a jugar al fútbol.
Mi abuela me dijo que vendría Papá Noel y me traería regalos, pero yo no me lo creía porque Papá Noel no puede venir por la carretera con los renos. No dejan, le multarían.
Mi abuela preguntaba por ella, me decía que por qué no le escribía y yo le decía que Rosita se reía de mi.
Sonreía.
Una vez llegó un señor muy alto y me dijo que Rosita se acordaba mucho de mí y que estaba enferma. No me importó, me había llamado idiota.
Y se murió.
Y pasaron muchos años.
Una Navidad más, como las de cada año de los últimos cincuenta, el reloj de pared comenzó a sonar. Parecía haberse vuelto loco, nadie le daba cuerda desde hacía al menos veinte años. Miré hacia arriba, al desván, y allí parecía haber una sombra vestida de verde, un tenue verde esperanza, me pareció ver la cara de Rosita que me decía te quiero, te quiero, te quiero... una y otra vez.
Creía que me había vuelto loco.
¡Un milagro!, he visto a Rosita, grité, todos me miraron raro, nadie sabía ya quien era ella, sólo yo la recordaba. El porqué no lo sé, tal vez la quería, tal vez me hubiera gustado besarla, tal vez ella…me quería a mí.
Me miré al espejo, vi mi cara y ya no era la de un niño feo, era un hombre con arrugas que nunca había visto, las desconocía.
En Navidad suceden estas cosas, —parecía recordar las palabras de mi abuela—, ocurren milagros.
Desde entonces me acostumbré, no me da miedo.
En Navidad la aguardo. Cuando viene, Rosita se sienta a mi lado y me acaricia el pelo. Yo le dejo que me acaricie, me siento bien.
Tengo ya la edad de mi abuela, siento que la Navidad es magia, fantasía e ilusión, es la sensación de hogar, de sosiego y plenitud.
El año transcurre de Navidad a Navidad. En medio, la espera.
Echo de menos a Rosita.
María Teresa Fandiño
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23/12/2015

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