Me consumía en un mar de dudas
que, perplejas, me contemplaban
No conseguían comprender
¡qué ocurrió con el destino!
un mar de desvelos, y también de esperanzas,
el espíritu, la osadía de ver crecer
en mí, la valentía, los abrazos de la paciencia,
de la conciencia, ¡el Ángelus!
en medio de los caminos.
En la noche, hacia un paraíso soñado
caminé a través de longevas escaleras de cristal
hacia la cima, me aguardaban ancestrales muros
Los viejecitos monjes
me recibieron con un vasito de ara,
y medité durante horas, no había nada
que me reportara tanta satisfacción
como la pasión por observar el alba en Bután,
perdido en las montañas.
Se oye... ¿escuchas? ¡El silencio!
Nunca había conseguido tanto
Los monjes me contaron
donde está el corazón, la frescura del amor a la vida
me enseñaron a sonreír, yo...yo no recordaba.
Siento el grosor de la paz, en la noche
la luna tímida no se oculta en las negras sombras.
María Teresa Fandiño
Derechos reservados
11/09/2015
Fotografía tomada de la red
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