( Para "Mis queridos animales", publicado por "Letras con arte" )
Con mi nariz pegada a los cristales, observaba pequeñas gotitas de lluvia. Mi dedo las seguía. Las nubes se tornaron blancas y entre ellas, un rayito de sol. El perro ladraba, le acaricié y abrí aquella pesada puerta de madera que daba entrada al jardín.
Entré en el palomar, ya me había acostumbrado a su fuerte olor. Las palomas no estaban, se las habían llevado en una furgoneta. Regresarían en cuanto las liberaran en cualquier sitio. Aquel bebedero, tan feo, estaba sucio. Lo limpié y, con mucho cuidado de que no se rompiera, lo pinté de rojo con flores blancas.
Puse agua en otro mientras, el recién pintado, secaba al sol. Alguien telefoneó.
— ¿Han llegado las palomas?
Observé el cielo.
—Todavía no.
Llegaron al fin hambrientas, sedientas, felices por regresar a casa. El perro las miraba con el rabo en fila. Las conté mientras bebían, observé que faltaba una. Aguardé…Llegó exhausta porque era muy mayor, se recostó en el suelo húmedo.
Extendí mis brazos al sol rodeada de palomas, sonreí e, igual que ellas, me sentí libre.
María Teresa Fandiño Pérez
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