Viajo por las letras con la maleta llena de libros. Escribo novelas y relatos, pero si me siento poética la lleno de poesía o de lírica. Soy "cuentista". ¡Otros van más allá e incluso publican mis historias! Os deseo un paseo agradable por mi blog. Mis trabajos están registrados, podéis usarlos citando la procedencia y sin alterar su contenido, siempre y cuando se utilicen para actividades sin ánimo de lucro.

martes, 15 de noviembre de 2016

Una máscara amiga

- Una máscara amiga - 
Relato publicado en Gealittera, revista digital.

Una máscara amiga

Resultan molestas las manifestaciones debido a los ruidos, los pitidos, las canciones…Sin embargo, la gente se detiene para observarlas, sirven de motivo de charla y las comentan al tiempo que pasan; incluso se unen a ellas.
Ese día los manifestantes se disfrazaron de personajes de cuentos y de payasos, acudieron a su peculiar acto con máscaras acordes a su vestimenta. Llegaron a la plaza en silencio, y aguardaron el anochecer. Vestían trajes de colores vivos y de lunares, resaltaban a su paso bajo las luces de las farolas como si fueran fantasmas; la plaza se iba llenando de ellos.
Aquella masa de gente empezó a murmurar algunos sonidos que al principio no se entendían, luego elevaron un poco el tono de voz; parecían lamentos, lloros, susurraban con espanto.
Los niños poco a poco, se alejaban.
Algunos lloraron en las calles porque los personajes de sus cuentos como Pinocho, Peter Pan, Cenicienta, Blanca Nieves…. se asemejaban a unas almas en pena; unos diez mil personajes avanzaban por todo el ancho de la carretera, a un mismo paso la masa se balanceaba.
Carecían de bandera y de marca.
No sé qué fue lo que me provocó más miedo, ¿qué digo miedo?, ¡terror!; tal vez fueron sus máscaras que protegían sus caras o tal vez el contraste con su llanto. ¡Esas caras cubiertas! ¡Esos sollozos que inspiraban terror! sus vestimentas ¡Esas sonrisas patéticas! Me pareció Inaudito que portaran muñecas descabezadas y juguetes rotos. Se intuía la maldad, no…¡los niños jamás se acercarían a ellos! ¡Qué miedo daban!
¿Qué tipo de personas podrían actuar así?
Se colocaron en círculos; de pronto, comenzaron a retirar las máscaras y
pude ver una cara de niña, la observé. La melena larga, rubia, humedecida por el sudor se pegaba a su frente. Pude apreciar su sonrisa complaciente, su bondad. Desplegó una pancarta, las letras eran muy grandes.
Descubrí bajo sus disfraces a muchos ancianos, niños, también hombres y mujeres jóvenes que sonreían al tiempo que desplegaban sus pancartas.
Todas comenzaban con la misma pregunta: “¿En quién confían los niños?”, cada una portaba su propia respuesta.
Ellos son seres angelicales, chispas de inocencia que cualquiera puede asustar. — o tal vez… embaucar... ¡Según la apariencia!
Escuché sus conversaciones.
—Me ha sabido mal. No volveré a participar en ningún experimento sociológico. Los niños se sienten defraudados.
—No era nuestra intención defraudar a los niños, sino hacerles ver que no pueden confiar en todas las personas; a veces lo hacen solamente porque llevan puesta una máscara amiga.

No todos los adultos amigos son buenos.

María Teresa Fandiño
La Coruña, España.
Derechos reservados.




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